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INFLUENCERS AL BANQUILLO !

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La escalofriante verdad detrás de las falsas denuncias que destruyen reputaciones en segundos.

Las redes sociales, ese universo que alguna vez se creyó libre y democrático, se han transformado en un campo minado donde la verdad y la mentira conviven peligrosamente. Y en el centro del huracán están ellos: los influencers, esas figuras de carne, hueso… y millones de seguidores. Lo que antes era entretenimiento, hoy puede convertirse en una guerra sin cuartel donde una falsa denuncia puede arruinar vidas en tiempo récord.

Al principio, se hablaba de influencers como víctimas de campañas de difamación. Pero ahora, una nueva y alarmante cara de la moneda ha salido a la luz: ¡los propios influencers generando denuncias falsas para hundir a su competencia, vengarse o simplemente volverse virales!

¿Fama a cualquier precio? Parece que sí.

Acusaciones sin pruebas, escraches masivos y campañas de odio: la receta perfecta para el linchamiento digital

Desde publicaciones editadas, videos sacados de contexto, hasta denuncias por supuestos abusos, robos o maltrato animal, todo vale en la guerra por los “likes” y la dominación del algoritmo. Las consecuencias son devastadoras: personas inocentes arrastradas por el fango mediático, marcas boicoteadas, contratos rotos, salud mental deteriorada y familias destruidas.

Pero detrás del show, está la ruina económica. Lo que comienza como una historia viral termina, muchas veces, con la quiebra de emprendimientos, despidos, cancelación de contratos y cierre de negocios. En un ecosistema tan conectado como frágil, basta una denuncia sin pruebas para que todo se derrumbe. Influencers maliciosos no solo destruyen la reputación de sus objetivos, sino que impactan directamente en sus ingresos y sustentos de vida.

Mientras tanto, ellos recogen los frutos del escándalo: más seguidores, más visualizaciones, más engagement y, por supuesto, más dinero. “Cada nuevo capítulo de drama les garantiza clics, reproducciones y donaciones. Es un negocio redondo armado sobre la destrucción de terceros”, explica el periodista de medios digitales Alejandro Reinoso, en diálogo con Actualidad Viral.

Casos internacionales que encendieron las alarmas

Uno de los casos más sonados fue el del youtuber James Charles, quien en 2019 fue acusado por otra influencer, Tati Westbrook, de conductas inapropiadas. Las redes estallaron. Charles perdió más de un millón de seguidores en un solo día. Pero… ¡todo era mentira! El joven maquillador presentó pruebas contundentes y desmontó las falsas acusaciones. ¿Las disculpas? Nunca llegaron.

Otro escándalo estalló con Belle Gibson, la influencer australiana que conmocionó al mundo al asegurar que curó su cáncer terminal con jugos naturales. El drama conmovió a miles, vendió libros, generó donaciones… hasta que se descubrió la cruda verdad: nunca tuvo cáncer. Fue multada y su imagen pública quedó pulverizada.

Y en Argentina… Córdoba no se queda atrás

En suelo local, una influencer cordobesa protagoniza un caso que parece sacado de una serie de Netflix. A través de una supuesta fundación sin registros ni personería jurídica, dirigió una campaña de odio contra emprendimientos rivales, utilizando videos manipulados y datos falsos para movilizar a una comunidad fanatizada bajo el escudo del amor por los animales.

Con una página web improvisada y de baja calidad (curiosamente similar a otra plataforma legítima de recaudación), recaudaba fondos con fines “solidarios” mientras dirigía escraches, insultos y amenazas hacia emprendimientos que, según fuentes cercanas, trató de imitar sin éxito.

Actualmente, la influencer en cuestión enfrenta acciones legales por injurias, daños y perjuicios, y daño moral, no solo por parte de las víctimas directas, sino también por quienes fueron engañados emocional y económicamente por esta falsa cruzada.

¿Dónde están los límites? ¿Quién regula este caos digital?

Expertos en derecho digital advierten que estas conductas pueden encuadrarse en delitos como calumnias, injurias, difamación y estafas. Sin embargo, la velocidad con la que se viralizan las falsas denuncias supera a menudo la capacidad de respuesta legal o de las propias plataformas.

El abogado especialista en derecho penal, Dr. Germán Pugnaloni, señala: “Las falsas denuncias y los escraches en redes sociales han deteriorado uno de los principios fundamentales del derecho: la presunción de inocencia.”

Por su parte, Nancy Pace, fundadora de la agrupación Mujeres Sanas, advierte sobre el uso de menores en estas estrategias: “Se utilizan a los niños como un instrumento, como un objeto y no como un ser. Alguien tiene que defender a los niños.”

Las grandes redes sociales como Instagram, TikTok o YouTube han comenzado tímidamente a reaccionar con suspensiones o restricciones, pero la impunidad sigue reinando.

¿Qué podemos hacer para frenar esta locura?

  • Exigir transparencia a los influencers.
  • No compartir contenido sin verificar.
  • Apoyar públicamente a las víctimas de falsas denuncias.
  • Denunciar publicaciones engañosas.
  • Reclamar a las plataformas que actúen con mayor celeridad y firmeza.

Porque hoy es otro, pero mañana la víctima podés ser vos. Las redes sociales pueden ser un arma de construcción… o de destrucción masiva. Y la próxima reputación que caiga, podría ser la tuya. En el tribunal de las redes, no hay apelación.