15 AÑOS SIN LA GUITARRA DEL ROCK . UN DÍA COMO HOY FALLECÍA PAPPO.

En un accidente de tránsito mientras conducía su moto por una ruta
cercana a la localidad bonaerense de Luján, hace 15 años, moría Pappo,
la gran guitarra del rock argentino, que creó todo un estilo ligado al
blues y al rock pesado.
Ya sea en su fugaz paso por bandas como Los Abuelos de la Nada en su
primera versión, el grupo beat Conexión N°5 o Los Gatos; como luego en
sus propios proyectos como Pappo’s Blues, Aeroblues y Riff; Norberto
Napolitano, tal su nombre de nacimiento, dejó una huella inconfundible,
tanto por su destreza ante las seis cuerdas como por su personal sonido.
Su aporte en «Rock de la mujer perdida», de Los Gatos; clásicos de
Pappo’s Blues como «El tren de las 16», «El hombre suburbano»,
«Desconfío» o «El viejo», entre otros; y «No detenga su motor», «Macadam
3,2,1,0» o «Ruedas de metal», de Riff, son algunas de las piezas que
dan cuenta de ello.
Admirador de clásicos guitarristas de blues, El Carpo, como también
se lo conocía, encontró la síntesis de sus aspiraciones musicales cuando
escuchó a Eric Clapton y, con el paso de los años, luego de algunos
viajes, sumó elementos del rock pesado de bandas como Motorhead, que
terminaron de definir su personalidad artística.
«Un coloso. Alguien totalmente irreemplazable. Sus rítmicas y sus solos
son inigualables», lo definió Vitico, su amigo y uno de sus grandes
socios musicales, en diálogo con Télam.
Claudio Gabis, su colega en eso de tocar blues en la Argentina cuando
aún no había nada, no dudó en calificarlo, ante la consulta de esta
agencia, como el mejor exponente del género en la Argentina y como «el
tipo con más técnica y conocimiento de ese lenguaje».
«¿Cuántos guitarristas argentinos fueron invitados por B.B. King a
compartir un escenario en el Madison Square Garden de Nueva York? B.B.
King no necesitaba de nadie, era una figura, y lo invitó. Pappo podía
tocar con cualquier instrumento y siempre iba a sonar a él. Eran sus
dedos y su magia musical. Eso es muy difícil», avaló, por su parte,
Machi Rufino, bajista que integró Pappo’s Blues y grabó el disco
«Volúmen 3», considerado uno de los mejores de esa saga.
Precisamante, esa noche de 1993 en la que fue invitado por una de las
más grandes figuras en la historia del blues mundial aparece como el
punto culminante en la carrera del muchacho nacido en el barrio porteño
de La Paternal, que desde muy temprana edad asombraba por su destreza
para tocar de manera intuitiva la guitarra.
Su historia
La fama de Pappo como guitarrista comenzó a forjarse en los últimos años
de los ’60, a partir de su participación en grupos como Conexión N°5,
de Carlos Bisso; y Los Abuelos de la Nada. Incluso, su estilo blusero
casi lo convierte en un cuarto integrante de Manal, pero la idea no
prosperó.
Tras dos noches compartidas en un boliche abierto por el sello Mandioca,
en Mar del Plata, Pappo y Gabis acordaron que ninguno estaba dispuesto a
compartir el puesto de guitarrista, a lo que se sumó el deseo de El
Carpo de encabezar un proyecto propio, según recordó el integrante
de Manal.
«Fue medio caótico porque el grupo tenía los arreglos armados como trío y
no se ensayó nada. Fue más que nada un deseo de incorporar a alguien
que estaba en la misma línea que nosotros», razonó Gabis.
La idea de encabezar su propio grupo quedó postergado ante una oferta
irresistible: sumarse a Los Gatos, el grupo estrella del rock argentino
en ese momento, que ansiaba regresar a los escenarios pero debía sortear
la deserción de su guitarrista original Kay Galifi.
Ante la consulta de Télam, Litto Nebbia recordó que decidió incluir a
Pappo en la formación al verlo tocar en el mítico boliche La Cueva de
Once, y quedar deslumbrado por su manera de «solear».
«Necesitábamos un guitarrista y, sin dudarlo, les aseguré al resto de
los muchachos que ya tenía uno y les conté sobre su onda. Ellos estaban
en Estados Unidos y les pedí que le compraran una Gibson Les Paul, que
era un sueño de Pappo. Recuerdo su cara cuando fuimos a esperarlos a
Ezeiza y Ciro Fogliatta bajó con la guitarra en la mano. ¡Mi Dios!»,
narró.
Tras grabar los discos «Beat N°5» y «Rock de la mujer perdida», Pappo
abandonó Los Gatos y finalmente cumplió el deseo de formar Pappo’s
Blues, su propio grupo al que mantuvo con distintas formaciones e
intermitencias durante gran parte de los ’70.
David Lebón, Osvaldo Frascino, Black Amaya, Machi Rufino, Pomo y
Botafogo son algunos de las músicos que desfilaron por esta agrupación.
«Tenía fama de inestable porque cambiaba de formación, pero no era así.
Yo estuve en la formación que duró más de un año. No es que era
inestable porque tenía un problema psicológico, sino porque no le
gustaban las formaciones», consideró Machi.
Algunas de las intermitencias de Pappo en aquellos años estaban
relacionadas con viajes a Londres y Estados Unidos, en donde tomó
contacto con figuras como Lemmy Kilmister, líder de Motorhead, que le
servirían de inspiración para la formación de Riff, en los años ’80.
Tras un breve período de Aeroblues, su proyecto junto a Alejandro Medina
y el baterista brasileño Rolando Castelo Jr., formó Riff junto a
Vitico, Michel Peyronel y Boff Serafine, banda que popularizó el rock
pesado en la Argentina.
«Hubo un antes y un después de Riff. En esa época, Pappo dijo que acá
habían ablandado mucho la milanesa porque el rock local era
Porsuigieco. Sin negar que sea bueno, eso no era rock. Con Riff decían
que hacíamos rock de las cavernas pero nunca nadie hizo nada así»,
recordó Vitico.
Con Riff llegaría una estética de ropas de cuero y cadenas demasiado
extremo para un público local que estaba por demás reprimido tras años
de dictadura militar. Eso marcaría el destino de la banda que también
debió interrumpir su andar, más allá de algunos regresos esporádicos.
Los años ’90 transitarían para Pappo entre regresos de Pappo’s Blues,
Riff y grabaciones solistas, con picos como la mencionada invitación de
B.B. King y éxitos comerciales como «Mi vieja».
Lo cierto es que la fama, la particular personalidad y los galones como
el gran guitarrista del rock argentino no hicieron más que
incrementarse, incluso más allá de la fatal jornada del 25 de febrero de
2005 en una ruta bonaerense.